El Consejo General de Enfermería recuerda en una nota que lleva años alertando de los peligros del fenómeno de contratar una doula, una persona sin formación sanitaria alguna, con el pretexto de buscar un parto más natural.
La trágica noticia del fallecimiento de un bebé en Vigo tras un parto en casa sin la asistencia de un profesional sanitario vuelve a poner de relieve el absurdo e irresponsable riesgo que asumen aquellos padres que apuestan por que el seguimiento del embarazo y el propio parto se produzca bajo la supervisión de una persona sin formación sanitaria alguna, en busca de una experiencia de alumbramiento más natural. Tal y como destapó el Consejo General de Enfermería hace tres años, cuando presentó el “Informe Doulas”, la proliferación de la moda de contratar una doula para ayudar en el parto supone una grave amenaza para la salud de las embarazadas y los bebés, como ha quedado de manifiesto tras la desgraciada muerte de un bebé en un parto en casa en la ciudad de Vigo.
Según han informado los medios de comunicación, los padres habían tenido a su primer hijo en su domicilio sin mayor incidencia y quisieron repetir la experiencia con la salvedad de que esta vez el niño venía en posición podálica -de nalgas- una circunstancia que convierte el alumbramiento en un parto de alto riesgo y que debe tener lugar en un entorno hospitalario. La madre, al parecer, había renunciado a la asistencia sanitaria profesional y estaba siendo aconsejada por una persona sin formación enfermera o médica.
“Que atienda un parto una persona no formada para ello no puede concebirse en nuestro país. Están muriendo niños por la inconsciencia de los padres y la pasividad de la administración, que permite que estas falsas profesionales actúen con impunidad dando consejos, sin ninguna base científica, que ponen en riesgo el desarrollo del embarazo. Lo hemos denunciado en numerosas ocasiones y es terrible que tenga que fallecer un inocente para que se ponga en evidencia el peligro público que representan”, asegura Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.
La doula es una persona que se presenta como consejera para mujeres embarazadas y se ofrece para prestar asistencia, recomendaciones, ejercicios y ayuda durante el embarazo, el parto y el puerperio o fase de postparto. Sin embargo, la realidad pasa porque en España no hay ni una sola norma jurídica que las reconozca, las defina o las ampare. Y este vacío legal ha potenciado que personas sin ningún tipo de formación sanitaria se dediquen a prestar una asistencia que, en caso de estar prestada sin la supervisión directa de un profesional sanitario especialista, implica un riesgo claro y tangible contra la salud de la madre y el bebé.
Por su parte, Gloria Boal, vocal matrona del Consejo General de Enfermería, explica que “si una madre y un padre están adecuadamente informados sobre que un parto de nalgas supone un riesgo muy grande para la vida del niño, dudo mucho que los progenitores acepten tener al niño en casa sin una ayuda profesional. Quien les asesoraba quizá no les dio la información adecuada. Las doulas no son profesionales sanitarios y eso las exime de responsabilidad, no las compromete legalmente. Se consideran consejeras de la madre, se hacen pasar por amigas, y dan consejos peligrosos y confunden a las madres hasta, por desgracia, llegar a vivir situaciones como esta”.
La búsqueda de un parto más natural lleva a muchas mujeres a caer en manos de estas falsas profesionales sanitarias formadas gracias a unos poco rigurosos y muy lucrativos cursillos cuyos temarios son absolutamente dispares entre sí, abordan materias en las que abundan las terapias alternativas. Llama la atención también la formación de los profesores de dichos cursos: las propias doulas que tras superar su cursillo se lanzan a formar nuevas doulas; así como otros docentes que en sus currículos se autodenominan “renacedor certificado”, “sacerdotisas de la diosa” y “yoga de la voz”, entre otros despropósitos similares.
A menudo alientan a la participación de las mujeres en rituales sectarios más propios de sociedades subdesarrolladas y, en todo caso, contrarios a la salud pública y al sentido común. Entre estos casos extremos podemos destacar los siguientes: alentar a la mujer a comer su propia placenta tras el parto, obligar al bebé a convivir con la placenta hasta que el cordón se seque pese a la putrefacción de dicho órgano o el “ritual de la despedida del útero”. Respecto a la ingestión por parte de la madre de su propia placenta, las doulas ofrecen a la madre varias posibilidades: cocinarla a la plancha, triturarla con un robot de cocina o encapsularla para ser ingerida a través de pequeñas cápsulas. En este último caso, las doulas se han inventado el título de “encapsulador de placenta” que tienen otra formación adicional y ellas mismas se encargan de preparar la placenta para su posterior consumo sin garantía alguna de salubridad.