Nos adherimos al Consejo General de Enfermería para recordar, en este aniversario, los datos de la macroencuesta que realizaron hace unas semanas: el 98,7% de los profesionales ni se siente reconocido por los políticos ni confía en que estos den soluciones. Un tercio de ellos (33%) reconoce haber sufrido depresión, 6 de cada 10 confirman haber padecido insomnio (58,6%) y algo más de dos terceras partes ha tenido episodios graves de ansiedad (67,5%).
Dos años después de la llegada del COVID-19 a Andalucía, las enfermeras ya no aceptan excusas y piden soluciones inmediatas para mejorar la calidad de vida de unos profesionales sanitarios cansados y exhaustos.
Hoy se cumplen dos años desde que el BOE publicó el texto que decretaba el primer estado de alarma en España con el objetivo de luchar contra el COVID-19. Un confinamiento estricto en el que la población debía quedarse en casa para detener la expansión y que los profesionales sanitarios atendieran los miles de casos que se sucedían día tras día.
Se trasladó a profesionales de unas áreas a otras, se doblaron y triplicaron turnos, se cancelaron vacaciones, se construyeron hospitales de campaña y se instalaron camas de UCI en tiempo récord para atender las necesidades. Las enfermeras, como siempre han hecho, estuvieron ahí y se pusieron a disposición de las administraciones, incluso poniendo en riesgo su propia vida. Ahora, dos años después de esos momentos de caos, el Consejo Andaluz de Enfermería se adhiere al CGE para denunciar la desidia y el olvido del Gobierno central y autonómicos, que, lejos de poner medidas para que algo así no vuelva a pasar, están incluso poniendo fin a esos contratos tan necesarios que se hicieron durante la pandemia.
Jornadas maratonianas en las que las enfermeras se veían obligadas a construirse sus propios trajes de protección con bolsas de basura porque la escasez de EPIs convirtieron estos buzos en un objeto prácticamente de lujo. Miles de profesionales se expusieron sin dudarlo al virus sólo por el hecho de ayudar y cuidar. Doce enfermeras y enfermeros perdieron la vida durante las primeras olas de la pandemia y miles de profesionales con graves secuelas en su salud física y mental.
De hecho, hace semanas el CGE ya denunció la situación límite que atraviesan los profesionales. Ha sido a través de una macroencuesta en la que más de 20.000 enfermeras y enfermeros de todo el país han dicho basta. Así, los resultados revelan que tantos meses de desgaste han tenido consecuencias muy graves para la salud mental de los profesionales, ya que un tercio de ellos (33%) reconoce haber sufrido depresión, 6 de cada 10 confirman haber padecido insomnio (58,6%) y algo más de dos terceras partes ha tenido episodios graves de ansiedad (67,5%).
Además, también se ha desprendido de esta encuesta que casi la mitad de las enfermeras (46.5%) ha barajado la posibilidad de dejar la profesión y 3 de cada 10 de los profesionales (28.4%) no volverían a estudiar la carrera si pudiesen dar marcha atrás.
La profesión enfermera denuncia también que “se siente absolutamente abandonada y ha perdido completamente la fe en llegar a ver resueltas algún día las diferentes dificultades, obstáculos y precariedades que tiene que sufrir jornada tras jornada. Y es que, prácticamente, el cien por cien (98,7%) de los profesionales ni se siente reconocido por los políticos ni confía en que estos den soluciones”.
Vacunación
Casi un año después del comienzo de la pandemia, el 27 de diciembre de 2020, llegaron las primeras dosis de la vacuna contra el COVID-19. Una noticia de esperanza, en la que las enfermeras volvieron a coger la batuta. De la misma forma que se habían construido hospitales de campaña, las instituciones levantaron grandes vacunódromos en estadios y pabellones emblemáticos como La Cartuja, en Sevilla, o el Wanda Metropolitano y el Wizink Center, en Madrid. Y fueron las enfermeras, en la mayoría de los casos, las que gestionaron y prepararon desde el principio estos dispositivos para administrar las dosis de forma masiva. Miles de dosis diarias convirtieron a España en uno de los países de su entorno con la cobertura vacunal contra el COVID-19 más altas. Se han administrado más de 93 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 y todas ellas han sido puestas por enfermeras y enfermeros en España, realizando la mayor campaña de vacunación de la historia. La población y las enfermeras que se encontraban capitaneando el sistema fueron y siguen siendo ejemplo de solidaridad y buen hacer.
Atención Primaria hundida
Además, muchas de aquellas enfermeras que continúan hoy poniendo vacunas a la población fueron trasladadas desde centros de salud, dejando a la Atención Primaria hundida.
Tras dos años durísimos en los que todo el mundo trastocó su día a día y en los que los profesionales se pusieron a disposición de las necesidades, la profesión insta a las administraciones a recuperar y potenciar servicios básicos y olvidados durante este tiempo como es el correcto seguimiento y cuidados de pacientes con patologías crónicas. Por ello, las enfermeras ya no aceptan excusas y piden soluciones.